El Diablo en Cabrales


Fuente: Pedro Páramo Lobeto, Pregón en el Certamen del Queso de Cabrales, 1990:


Hay otras historias ligadas a este queso que si no son verdad, tampoco se han encontrado pruebas que las desmientan. Una de ellas relata cómo el queso sirvió a un cabraliego para engañar al diablo y echarlo del concejo. El cuento lo aprendí de mi madre, que lo había oído a su abuela, compositora de trovas y narradora de fábulas. Según me dijeron, en una ocasión apareció el diablo a un cabraliego en un huerto muy cerca de aquí:
—Me tienes que pagar tributo —dijo— o arderá tu casa, tu mujer enfermará y tus hijos morirán.
—¿Qué te puedo dar yo, pobre de mí, si no tengo más que una tierrina, una vaca y dos cabras? —preguntó mi paisano asustado.
—Pues me vas a dar la mitad de lo que crezca sobre esta tiera —sentenció el demonio.

Como era la época de la siembra, anduvo varios días el cabraliego dándole vueltas a aquel trato infernal hasta que se le ocurrió una idea brillante: sembró patatas. Al llegar la cosecha, cuando el diablo se personó para recoger su parte, mi paisano le entregó la mitad de las matas secas que afloraban en el huerto.

El diablo montó en cólera al ver la sagacidad del cabraliego y le impuso un nuevo tributo, pero de forma que esta vez no pudiera engañarle:
—El año que viene me darás la mitad del queso que obtengas de tu ganado y yo elegiré las piezas.
—Será mi ruina y la de los míos —se quedó el cabraliego, pero al dirigirse a su casa se iba riendo para sus adentros.

Cumplido el plazo se apareció de nuevo el diablo y se encontró al pastor muy compungido delante de una pila de quesos mohosos y de fuerte olor, en la que brillaba como una perla uno blanco y fresco.
—Siento tener que ofrecerte esto —dijo el cabraliego—, pero ha pasado tanto tiempo que todos los quesos se me han estropeado. Tan sólo tengo uno bueno que podemos compartir.
—¡Ah, no —exclamó el demonio—, yo diré cómo ha de hacerse el reparto! ¡Este grande y sano para mí y esos podridos para ti!

Y dando la media vuelta, el diablo se fue con el queso fresco. El cabraliego devolvió sus quesos a la cueva y desde entonces ni él ni sus descendientes hemos vuelto a ver al diablo por Cabrales.